domingo, 3 de enero de 2010

LA VERDADERA INSPIRACIÓN DE NERUDA: ALBERTINA AZÓCAR



(Los textos que Neruda dirigió a la inspiradora de los Veinte poemas se conservan en el Banco Exterior de Madrid)


La muerte de Albertina Azócar, la última superviviente de las musas del poeta chileno Pablo Neruda, producida en 1989 en Santiago de Chile, a los 87 años, coincidió con la apertura en Madrid de la segunda de las colecciones nerudianas que se conservan en la capital de España. La primera de estas colecciones la proporcionó ella misma, y está constituida por un gran volumen de manuscritos que le dirigió Neruda entre 1922 y 1932 y que el Banco Exterior de España adquirió en 1983 por iniciativa de quien entonces presidía la entidad, Francisco Fernández Ordóñez. La segunda colección es la que habitó con el propio Neruda en su legendaria casa de Isla Negra, y está formada por la inmensa biblioteca de textos latinoamericanos que atesoró el autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada. Esa colección, adquirida por el financiero español Jacques Hachuel, se expone en la librería Miessner, de Madrid. Una antigua edición del citado libro de versos, que fue el que inspiró Albertina a Neruda, se muestra en esa exposición. En esta página se relata la historia del manuscrito del poema mas conocido de ese texto y Fernández Ordóñez narra su recuerdo del encuentro con Albertina en la tienda de flores donde trabajaba hace seis años.

Francisco Fernández Ordóñez, que en 1983 era presidente del Banco Exterior, encontró en una caja de zapatos los manuscritos y los poemas de amor que Neruda dirigió a Albertina Azócar. Una caja de zapatos no era un objeto extraño a las preferencias de aquel coleccionista de rarezas y de palabras, que coleccionaba zapatos, objetos marinos, libros, y era sobre todo un maníaco de la caligrafía, un escritor vertiginoso e inagotable, un amante irreductible de las palabras. Cuando expresó su deseo de adquirir para España el contenido valiosísimo de aquella vieja caja de zapatos, Albertina accedió; cuando Matilde Urrutia supo que aquella extensa colección de declaraciones de amor iba a ser expuesta y editada en España parece que no puso muy buena cara, pero no opuso más resistencia que aquella a la que le obligaba el recuerdo de la única mujer a las que amó Neruda cuyo nombre era recibido por Matilde como si su presencia sentimental no hubiera desaparecido jamás."Albertina", decía Fernández Ordóñez, "era una mujer muy elegante, muy alta y distinguida". La negociación económica para adquirir los manuscritos encontrados en la caja de zapatos no fue difícil ni costosa, aunque el entonces presidente del Banco Exterior no quiso revelar la cifra, "porque en comparación con su valor sentimental, literario y verdadero, en definitiva, no costó nada".

Los manuscritos que conservó Albertina incluyen algunas joyas bibliográficas de intenso valor documental. Entre ellos, uno de los poemas más célebres de Neruda, el que figuró como número quince de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, y que en el manuscrito que Neruda le hizo llegar se tituló sucesivamente Poema de su silencio y Mariposa de sueño. El manuscrito fue, en realidad, el que luego comenzaría sencillamente en el libro más conocido del premio Nobel con los versos Me gustas cuando callas porque estás como ausente / y me oyes desde lejos y mi voz no te toca. / Parece que los ojos te hubieran volado / y parece que un beso te cerrara la boca.

El poema sigue la secuencia que luego se hizo famosa, pero hace un quiebro, una de las numerosas bromas de Neruda, para preguntar en un paréntesis que ya no figuró en el texto de Veinte poemas... El poema sigue: "Déjame que te hable también con tu silencio / claro como una lámpara, simple como un anillo. / No voy a interrumpirte para que calles mucho / y todo sea mío, tu silencio sencillo". Y Neruda pregunta en el paréntesis: "(¿Cómo callabas antes, cuando eras más pequeña? ¿Así se te quedaban las manos sobre el pecho?) / (Si tú no me lo dices tendré que preguntárselo / a tu hermano, el poeta que se fue para México)". Después Neruda reinicia el poema que tanto se conoce, pero entró en la duda que le hizo esencial en ese volumen amoroso: tachó, eliminó y dejó al final esta declaración de amor: "Me gustas cuando callas porque estás como ausente, / distante, y dolorosa como si hubieras muerto: / Una sonrisa entonces y una palabra bastan. / Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto".

El manuscrito sufre de las rarezas de escritor que hizo peculiar al poeta de Isla Negra: está escrito, en tinta verde, en una larguísima cuartilla de papel en cuya parte posterior puede leerse: Guía de equipajes, y era un formularlo de envíos de equipajes que funcionaba en Chile en la década del veinte. El libro que lo incluye se publicó en 1923. Como Albertina ha recordado, este número quince es el más popular de los poemas que le dedicó Neruda, que era un año mayor que él. En los manuscritos que se conservan en el banco y que resultan ser la crónica de aquella relación se alternan las reflexiones sentimentales (las canciones desesperadas, las cosas rotas, que nadie rompe pero se rompieron) con la broma. Uno de los textos que Neruda escribe a máquina, sin fecha, firmado de su puño y letra, y dirigido a ALBERTINA: eres una mala mujer incluye un resumen de sus bromas y de su estilo: "Eres una mala mujer. Nunca me escribes. Pudieras envidiar la alegría que me dan las pocas cartas que me llegan. ¿Recibiste una tarjeta envuelta en un poema? Ayer, galopando por los cerros, me acordaba de tí. De allí traje las carteras llenas de avellanas, de chupones, de copihues, de boldo, de murtas. Ah, qué necesidad tengo de tí, de tenerte aquí conmigo. Vente. [...] Yo me creo un gran dactilógrafo, por eso te escribo a máquina. [...] Descubro que a máquina se miente con más facilidad".

Tras la firma, la repetición incesante de la palabra tonta, al final de la página, le da a ésta el aire de símbolo de lo que significó para Neruda cualquier forma literaria: una combinación perpetúa de la perfección estética y de la pasión de estar vivo.

Los manuscritos y las cartas se expusieron en 1983. Ahora han pasado de la caja de zapatos a una caja fuerte del Banco Exterior, que entonces editó un catálogo y una edición facsimilar de circulación restringida que hoy resulta inencontrable. Fernández Ordóñez guarda en su casa, además, un regalo especial que le hizo Albertina: el original del poema que Neruda dedicó a Ángel Cruchaga, el hombre ("diez años mayor que yo, un solterón, una persona muy fina, muy tranquila... No tenía nada de la bohemia de Pablo") con quien la protagonista de Veinte poemas de amor se unió en matrimonio. Ese poema se publicó en 1954. Antes, entre 1922 y 1932, Albertina fue la destinataria de una pasión amorosa que ha hecho historia en la literatura del siglo.



POEMA SEIS DE VEINTE POEMAS DE AMOR DEDICADO A ALBERTINA


Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo
y las hojas caían en el agua de tu alma.

Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.

Siento viajar tus ojos es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.

Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma.
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otońo giraban en tu alma.