lunes, 25 de mayo de 2009

El Guernica y la filosofía de Pablo Ruiz Picasso




Este cuadro tiene como motivo el bombardeo que durante la Guerra Civil Española sufrió la ciudad vasca de Guernica (Gernika) por parte de la Legión Cóndor de la Luftwaffe alemana. El ataque ocurrió el 26 de abril de 1937, empezando a las cinco menos veinte de la tarde y prolongándose durante 3 horas y media.

Meses antes, en septiembre de 1936, el Gobierno de la República Española comunicaba a Picasso su nombramiento como director del Museo Nacional del Prado (aunque no tomó posesión efectiva del cargo). En enero de 1937 dicho gobierno le encarga al pintor un cuadro-mural que decore el Pabellón Español durante la Exposición Internacional de Artes y Técnicas de 1937 en París, y este acepta la encomienda.

El día 1 de mayo de 1937, en la manifestación del Día de los Trabajadores, un millón de personas se echaba a las calles de París para mostrar su repulsa por el bombardeo de Guernica. Este mismo día Picasso contempla la fotografía en blanco y negro titulada “Visiones de Guernica en llamas”, publicada en el periódico Ce Soir, en la que se observa la ciudad vasca destruida. Aquella fue su inspiración; coge papel y lápiz y comienza a realizar decenas de bocetos del cuadro. El día 8 de mayo introdujo la madre con el niño y el caballo muerto en la concepción de la obra. El día 11 de mayo empezó el lienzo definitivo, trabajando hasta el 4 de junio, día en que añade la bombilla. Algunos días después retoca el cuadro, remarcando las luces. Todo el proceso lo realizo en un taller situado en la rue des Grans Agustins, numero 7, en París. Le acompaño la que era su amante por aquel entonces, la fotógrafa y pintora yugoslava Dora Maar, que tomo diversas fotografías del proceso de elaboración.

En mayo de 1937, en plena elaboración del cuadro, Picasso efectúa una “Declaración contra la posición fascista de los rebeldes franquistas”, que se publicará en julio en los Estados Unidos, en respuesta a una campaña de difamación en la prensa que presentaba al artista como favorable al general Franco: «En el mural en el que estoy trabajando, el cual llamaré Guernica, y en todos mis trabajos artísticos recientes, expreso con claridad mi aborrecimiento hacia la casta militar que ha sumido a España en un océano de dolor y de muerte». En la misma época, envía al American Artist’s Congress una declaración, publicada en el New York Times, que muestra su creciente compromiso con los republicanos españoles, y que defiende que los artistas no pueden ni deben permanecer indiferentes frente a un conflicto en el que están en juego los más altos valores de la humanidad y de la civilización.

El 11 de julio el cuadro queda definitivamente instalado en el Pabellon Español de la Expo, justo la víspera de la inauguración (12 de julio), habiéndolo llevado hasta allí el mismo autor. En el pabellón, obra de los arquitectos Luis Lacasa y Josep Lluís Sert, e irónicamente situado entre los edificios de la Rusia comunista y la Alemania nazi, se exhibieron ademas obras de Joan Miro (Payés catalán en rebeldía) y de los escultores Emiliano Barral, Julio González (La Montserrat), Alexander Calder (La Fuente) y Alberto Sánchez Pérez (El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella). También se colocaron varios poemas de Federico García Lorca, asesinado el año anterior, y un poema en francés de Paul Éluard (gran amigo de Picasso) titulado, en español, La Victoria de Guernica.

El Gobierno de la República pagó a Picasso un total de 150.000 francos por la ejecución de la obra, aproximadamente el 10 % del gasto total del Pabellón.

Josep Lluís Sert recordó de esta forma la reacción del público: «La gente desfilaba ante la obra en silencio, como si se diesen cuenta de que además de su valor pictórico era una premonición de lo que después realizó la guerra mundial. Un grito de protesta contra la barbarie de toda guerra y más de las de nuestros días. Un grito, entonces, de un pueblo que lucha por su libertad, por su dignidad y por sus derechos».

Tras finalizar la Exposición Universal, el cuadro viaja a Oslo, Estocolmo y Copenhague, y termina retornando a Francia.

En Mayo de 1939 Picasso viaja hasta América con el lienzo para recaudar fondos con el fin de ayudar a los refugiados republicanos de la Guerra Civil Española. Para entonces ya había triunfado el llamado Alzamiento Nacional. Alli el artista deja su obra bajo la custodia del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA). Desde entonces y hasta 1958, el cuadro es exhibido en ciudades de todo EEUU, Sudamérica y Europa. El deterioro de la tela fuerza un alto en su ir y venir.

Cuenta la leyenda que en 1940, con París ocupada por los nazis, un oficial alemán, ante la foto de una reproducción del Guernica, le preguntó a Picasso que si era él el que había hecho eso. El pintor respondió: «No, han sido ustedes».

En 1967, 400 artistas firman una petición dirigida a Picasso pidiéndole que saque el cuadro de EEUU. Protestaban así por la participación de este país en la Guerra de Vietnam, y aducían que no era una nación digna de albergar el Guernica. La sala en la que estaba expuesto se convertiría en un lugar habitual de concentraciones y vigilias antibélicas. Este mismo año el MOMA realizó una restauración del lienzo, que presentaba un deterioro evidente debido a sus continuos viajes.

En 1968 el dictador Francisco Franco Bahamonde, a través de Florentino Pérez Embid, director de Bellas Artes con Luis Carrero Blanco, hizo gestiones para intentar acoger el cuadro en España, a lo cual Picasso respondió exigiendo el restablecimiento de la República. En noviembre de 1970 el pintor añadió, en una carta enviada al MOMA, otras condiciones para que nuestro país pudiera recibir el lienzo, como el restablecimiento de las libertades publicas y de las instituciones democráticas; ademas de que fuera expuesto en el Museo del Prado.

El 8 de abril de 1973, a las 11:40, el malagueño mas universal, Pablo Picasso, muere en Nôtre-Dame-de-Vie, Mougins, Francia. Fue enterrado al pie de la escalinata del Castillo de Vauvenargues. Jacqueline, su ultima esposa, hizo colocar en la cabecera de su tumba la escultura La dama oferente (1934).

En 1974 Tony Shafrazi, joven pintor irani que actualmente dirige una conocida galería en Nueva York, pintó sobre la superficie barnizada del cuadro las palabras “KILL LIES ALL”, usando pintura roja en aerosol. Lo hizo para protestar por el perdón que Richard Nixon concedió al teniente William L. Cally por la matanza de My Lai durante la Guerra de Vietnam.

Durante el Gobierno de Adolfo Suárez se retoman los contactos con el MOMA para traer el lienzo a España. Roland Dumas, abogado de la familia Picasso, exigió en un principio que la naciente democracia alcanzase un cierto grado de consolidación y propuso como prueba un plazo de diez años, que luego quedaron reducidos a dos. Ademas, tanto este abogado -que mas tarde seria Ministro de Exteriores de la República Francesa- como el director del MOMA, William Rubin, fiaron la credibilidad de nuestra democracia al reconocimiento de los partidos políticos en general, y a la particular inclusión del Partido Comunista, del que Picasso fue miembro desde octubre de 1944. El PCE se legalizaría en abril de 1977, antes de las primeras elecciones generales libres desde 1936.

En 1978 Paloma Picasso, hija del pintor, pide como condición para el traslado del cuadro que se indulte a su amigo Albert Boadella. El dramaturgo se encontraba huido en Francia tras protagonizar una fuga, pues había sido encarcelado por orden militar en diciembre de 1977 acusado de injurias a las Fuerzas Armadas tras llevar a escena la obra La torna con la compañía Els Joglars. Las autoridades españolas tuvieron que acelerar el caso. El sumario contra Boadella pasó del tribunal militar a uno civil y los actores de Els Joglars recibieron un indulto, pero Albert Boadella no seria exculpado hasta 1985.

En 1979 Javier Tusell se hace cargo de las negociaciones, mientras ocupa la Dirección General de Patrimonio Artístico, Archivos y Museos del Ministerio de Cultura, transformada posteriormente en Dirección General de Bellas Artes.

En el transcurso de las negociaciones se realizaron gestiones, finalmente innecesarias, para hacerse con la factura que probaba que La República le había pagado al pintor 150.000 francos en concepto de “gastos”, según una nota fechada en París el 31 de mayo de 1937. Estaba firmada por el escritor Max Aub con el visto bueno del embajador Luis Araquistáin Quevedo. El diplomático Rafael Fernández-Quintanilla contactó en Ginebra, Suiza, con el hijo de Araquistáin, Ramón Araquistáin, conocido como “Finki”. Este hombre guardaba en una casa de Ginebra la biblioteca y el archivo de su padre. En ella encontró una carta en la que el escritor Max Aub, agregado cultural en la embajada republicana en París, citaba el pago de 150.000 francos por el cuadro, y un estado de cuentas donde aparecía claramente la cantidad y el beneficiario, P. Picasso, que cobraba en concepto de “propaganda”.

En enero de 1980, el ministro Manuel Francisco Clavero Arévalo anuncia la adquisición por parte del Estado de algunas obras de Picasso, y expresa su esperanza de acordar finalmente la compra del Guernica al MOMA. Con ello se inicia un debate nacional sobre la futura ubicación del cuadro en España. En marzo de este año la viuda del pintor, Jacqueline Picasso, envía una carta al presidente del gobierno, Adolfo Suarez, recordandole que su esposo había expresado el deseo de que el Museo del Prado fuera el destino del lienzo si este finalmente llegaba a nuestro país.

En julio de 1980 se crea la comisión que finalmente logra traer la obra a España. Estuvo integrada por la Presidencia del Gobierno, representada por Alberto Aza Arias; el Ministerio de Asuntos Exteriores, representado por su Secretario de Estado, Carlos Robles; y el Ministerio de Cultura, representado por el ministro Ricardo de la Cierva y de Hoces. La comisión delegaba sus funciones en el director general de Bellas Artes, Javier Tusell, y en Rafael Fernández-Quintanilla como embajador en misión especial.

El 9 de septiembre de 1981, mientras gobierna Leopoldo Calvo Sotelo, el cuadro y los bocetos del mismo que realizo Picasso se embalan en rollos y salen por la puerta trasera del MOMA. Los transportan dos camiones escoltados por la policía metropolitana de Nueva York y por un equipo de GEOS españoles, en una operación diseñada por el general Sáenz de Santamaría y por José Luis Fernández Dopico, director general de la Policía. El delicado “viajero”, al que todos llamaban “el último exiliado”, estaba asegurado en 7.000 millones de pesetas. En una caja con un peso total de 516 kilos se embarca el lienzo en la bodega del jumbo Lope de Vega de la compañía Iberia, exactamente el vuelo IB-952. En los asientos, disimulados entre el pasaje, viajaron un puñado de policías de paisano, periodistas, Javier Tusell y el ministro de Cultura del sexto gobierno de la UCD, Íñigo Cavero Lataillade, que una vez en el aire descorchó una botella de champán para ponerle fiesta al viaje.

El 10 de septiembre de 1981, en el aeropuerto de Barajas, a las 8:30 de la mañana, el lienzo llega a España (no fue un “regreso”, como algunos dicen, pues jamas había estado aquí antes). «Ahí te entrego el paquete», dijo el general Santamaría al teniente coronel de la Guardia Civil que, desde aquel momento, se hacia cargo de las operaciones de seguridad. El cuadro quedó instalado en el Casón del Buen Retiro: un anejo del Museo del Prado con la colección de pintura del siglo XIX. El 25 de octubre se abrió la sala al público, con la obra cubierta por una pared de cristal y custodiada por la Guardia Civil. Ese día Picasso habría cumplido cien años. Dicen que cuando Dolores Ibárruri, La Pasionaria, vio un mes después el cuadro en el Casón del Buen Retiro, dijo con una voz tranquila y baja: «La Guerra Civil ha terminado».

El 26 de julio de 1992, empaquetado, protegido con una manta antibalas y custodiado por un centenar de policías, el Guernica es trasladado en un camión articulado de cuatro ejes al Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía. El Casón del Buen Retiro pasa entonces de recibir medio millón de visitas anuales a tener menos de cien mil.

El mural (de dimensiones 349,3 por 776,6 centímetros, y 300 kilos de peso) ha sido contemplado hasta ahora por más de 11 millones de personas.

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