lunes, 6 de septiembre de 2010

El plagio literario: falsa acusación




La última noticia de un “plagio” literario ha salido a luz pública: “El escritor francés Michel Houellebecq (1958), uno de los más respetados y aclamados por el público y la crítica, copió párrafos completos de la enciclopedia en línea Wikipedia en su última novela, La carte et le territoire, según la revista Slate”. Ahora bien: ¿cuánta verdad hay en esta denuncia? En el caso citado, los propios denunciantes expresan: “Wikipedia reconoce la copia aunque consideran difícil que se pueda acudir a los tribunales puesto que las definiciones de la enciclopedia online están redactadas por los propios lectores la mayor parte de las veces de forma colegiada, lo que dificulta identificar a un único autor...”

Como puede verse, evidenciar un plagio, y de textos de la red, es una tarea muy compleja, imposible diría, por la multiplicidad de tratamientos que se le da a la información subida en diversos sitios on-line. Un texto puede ser copiado por muchas fuentes, perdiéndose del autor original. Y si no existe evidencia física, los millones de caracteres pierden credibilidad ante un tribunal público. El efecto de la acusación de plagio, es más moral que legal; y, en la mayoría de los casos, las acusaciones son el producto de venganzas y pases de factura por personas o grupos a quien no agrada el escritor en cuestión.
Michel Houellebecq, es un excepcional escritor; en su obra se encuentra el sufrimiento a través de descripciones desgarradas, un ejemplo es su novela Seguir vivo; en su poesía, se aprecia el testimonio de una imposibilidad de vivir, y se abre como una flor adolorida condenando la violencia amarga y la esperanza; su producción literaria ha creado una teoría completa sobre el liberalismo económico y sexual: “el liberalismo sexual es la extensión del dominio de la lucha, se extiende a todas las etapas de la vida y a todas las clases de la sociedad”. Las novelas de Michel Houellebecq, con una fuerza especulativa voraz, sugiere la erradicación científica del deseo por la clonación y la subsistencia de un modelo económico planetario del deseo. Se mantiene al filo de la seducción y de la provocación, entre abyección y pudor, ironía e infantilismo.
Destacando lo anterior, en esta realidad planetaria, Houellebecq tiene un camino abonado y algo que decir en ese camino; la acusación de plagio es, a todas cuentas, una bufonada ante la inmensidad de su obra. Pero, como dije, el daño que causa estas voces lanzadas a los medios de comunicación, es inmenso desde el punto de vista de la dignidad y el respeto hacia la labor que uno asume como razón de vida: ser escritor. ¿Por qué no creer que más bien Wikipedia se copió ideas de Houellebecq? ¿Por qué el acusador que confiesa que no podrá demostrar el plagio no es tomado como un vulgar difamador? Estas son las cosas que no se entienden en esta civilidad con leyes e instituciones.
Pero estas consideraciones no son suficientes, de seguro se abrirá un juicio simbólico para marcar precedente, o quizás, para demostrar que nadie es intocable en el universo literario. La historia de las víctimas acudas de plagio en la literatura universal es amplia. Hasta una página hay (http://www.elplagio.com) que recoge las historias y situaciones que rodearon casos de acusaciones de plagio.
A manera de ejemplo de estas acciones que van más hacia la destrucción moral y anímica de los creadores literarios, se destaca que figuras como Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Mateo Alemán, Ramón María del Valle Inclán, Camilo José Cela, Pablo Neruda, Carlos Fuentes, Alfredo Bryce Echenique, Arturo Uslar Pietri, y el propio Gabriel García Márquez, han sido acusados de plagio. En algunos casos, las acusaciones lograron sentencias legales que afectaron el patrimonio de los escritores, y en otras se dejó sembrada la duda, situación que no perjudicó ni perjudica la grandeza de la obra de estos autores, pero que deja un sabor amargo en el ejercicio de vida que significa la escritura para ellos.
Cabe agregar que, en el caso de Gabriel García Márquez, en la biografía que le hace el ingles Gerald Martin (“La Vida”, 2009), él expresa, acerca de ese episodio, que lo más complejo es acusar a una “catedral de la palabra” de un vicio tan inocente como el plagio. A García Márquez le acusó el escritor Gregorio Morán en su artículo La sorda vejez de un escritor, donde arremete contra la falta de originalidad de la última novela del colombiano, Memoria de mis putas tristes (2004), como una adaptación encubierta de la obra de Kawabata, La casa de las doncellas dormidas; ahora bien, es cierto que García Márquez cita a Kawabata para explicar las influencias de su relato, pero para Morán, esta referencia podría ser una mera coartada para protegerse de las acusaciones de hurto literario. A todas estas, García Márquez sostiene que el tema en cuestión viene revoloteando desde que él tenía setenta años, y que las relaciones sexuales entre hombres maduros y adolescentes inexpertas, han sido motivos recurrentes en toda su obra.
En efecto, las acusaciones de plagio no dejan de ser un llamado de atención para cuidar la producción literaria de cada creador, pero sin duda la mejor respuesta la dio Uslar Pietri (acusado de plagio por su obra “La visita en el tiempo”), quien expresó: uno lee tanto y ha explorado tanto, que con el tiempo la mente le juega una mala pasada y termina uno pensando ideas que eran de otros, pero que se llega a creer que son de uno. Sin embargo, no pasó de ser una acusación más y la imagen de credibilidad de Uslar Pietri se impuso ante las voces agoreras. Es un tema que amerita seguir siendo abordado, y no para asumir alguna postura, sino para crear conciencia de respeto a la dignidad en una sociedad que no espera espacio para inferir flaquezas y cizañas en la convivencia humana. *.-ramonazocar@yahoo.com

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