viernes, 6 de agosto de 2010
Libros encuadernados con piel humana
Pese a lo repugnante que nos puede parecer en nuestros días, la “bibliopegia antropodérmica” o encuadernación de libros con piel humana, fue algo de lo más habitual desde el siglo XVII hasta hace relativamente poco. Cientos de estos libros se encuentran repartidos en bibliotecas, museos y colecciones privadas a lo ancho y largo de todo el mundo. Posiblemente, en la gran mayoría de ellos se desconozca esta cualidad porque a simple vista es imposible distinguir la piel humana a la de origen animal, y es necesaria una prueba de ADN para constatar su origen.
A principios del siglo XIX, en el reino unido era una costumbre habitual usar la piel de los criminales ejecutados para encuadernar libros. La mayoría de estos ejemplares se usaban para escribir las fechorías de estos mismos criminales. En la revolución francesa, las pieles de los nobles guillotinados se usaban para encuadernar ejemplares de la constitución francesa o paradójicamente, ediciones completas de Rousseau, del que los nobles se reían por sus teorías. En la época Nazi, se sabe que la piel de muchos judíos acabaron como tapas de libros o incluso como pantallas de lámparas.
También existe constancia de muchos casos voluntarios, en los que el último deseo del fallecido era que se forrasen las tapas de algún libro en concreto con su piel, incluso algún escritor famoso recibió en su casa un paquete con la piel de una fan como regalo. De modo que si tienen en sus casas algún ejemplar antiguo de dudosa procedencia, quien sabe… puede que sus tapas inertes tuviesen vida algún día.
Les dejo algunos ejemplos conocidos:
1827, William Corden mató a su amante, María Martín, seis años más tarde se publicó un libro con la historia de este famoso crimen con su piel. (Moyse´s Hall Museum)
1818 y 1821, dos casos similares al anterior, la piel de James Johnson se usó para encuadernar un ejemplar de Samuel Johnson´s Dictionary. John Horwood, tras asesinar a Eliza Balsum, también corrió la misma suerte, en este caso, en el lomo del libro se puede leer “Cutis vera Johannis Horwood”. (Bristol Record Office)
1833, la piel del famoso bandolero James Allen, sirvió para encuadernar un magnífico recopilatorio de todas sus fechorías.
1958, el encuadernador Dard Hunter, contó que una viuda le mandó la piel de su difunto esposo para encuadernar todas sus cartas de amor.
1831, a la muerte de Jacques Delille, afamado escritor de la época, André Leroy, un ferviente admirador, se coló en el tanatorio y le arrancó la piel para encuadernar sus ejemplares.
1890, se cuenta que Isidoro Liseux, editor francés de libros eróticos, conseguía la piel de los pechos de las mujeres fallecidas en el hospital de Clamart(París). Incluso existe un ejemplar de Elogio de los senos de las mujeres, de Mercier de Compiégne, dónde tanto en la portada como en la contraportada, se pueden ver las protuberancias de los pezones.
1920, el astrónomo y escritor Camille Flammarion, felicitó a una condesa en una recepción por la suavidad de su piel. La condesa, al morir de tuberculosis años después, hizo que le enviaran esa piel que él había elogiado para encuadernar uno de sus libros.
La lista es interminable, pero como han podido comprobar menos las uñas, se nos puede aprovechar todo.
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